1. Altercado
nocturno
La noche era agradable y la marina de Valencia bullía con
los turistas que habían inundado la ciudad con la llegada del verano. La zona
del puerto era el área de moda y la gente combatía el calor
cerca de la playa, paseando o tomando algo fresco en las terrazas o en los
clubes que, a esas horas, recibían a los primeros clientes deseosos de música y fiesta.
Cuatro jóvenes entraron a una de las terrazas y se
acercaron a la barra mientras charlaban alegremente. Dos eran altos, Óscar y
Llovet, uno calvo y el otro castaño. Los otros dos eran más bajos; Uve con el
pelo muy rizado y Juanky de piel morena y también calvo. Vestían según sus
gustos y la temperatura de la época, pantalones cortos y polos o camisas.
Eran
un grupo de jóvenes normales al comienzo de una noche veraniega en la que iban
a celebrar la visita de varios amigos que vivían fuera. Simplemente esperaban
pasarlo bien y reencontrarse con sus amigos.
-
Pídeme un Gintonic Juanky – le dijo Llovet al
más moreno.
-
Venga va… ya se lo pido yo al señorito – bromeó
Juanky pronunciando señorito con tono burlón -. ¿Qué queréis vosotros?
-
Ron Cola para mí – dijo Óscar – y mejor si es
zero – añadió con un guiño.
-
¡Otro gin Juanky! – exclamó Uve poniéndole la
mano en el hombro.
Los 4
amigos habían llegado con bastante antelación, era difícil aparcar en la zona a
partir de ciertas horas, y ahora esperarían a que el resto del grupo fuera
llegando mientras tomaban algo.
-
Mira, por ahí viene Paco – señaló Uve con la
mano libre.
Paco
se acercaba cabizbajo mientras miraba el móvil y enviaba mensajes de texto. Al tiempo
que se acercaba a sus amigos, varias chicas llegaron a la barra para pedir sus
respectivas copas. Por la ropa y los complementos parecía que iban de despedida
de soltera.
-
Eso eeees – dijo Paco alargando la mano para
saludar mientras miraba la retaguardia a las chicas.
-
Y tanto que es – contestó Llovet, mitad
saludando a su amigo mitad contemplando a las chicas.
-
Pídete una Paco, que aún falta un rato para que
llegue el resto – le dijo Óscar mientras se estrechaban la mano.
El
cachondeo se acabó cuando varias personas comenzaron a señalar una columna de
humo negro y el resplandor unas llamas que venían del extremo opuesto del
puerto.
-
¿Qué es eso? – dijo Uve señalando también.
-
Parece un incendio en la zona de mercancías – añadió
Óscar preocupado.
En ese
momento les sobrevoló un helicóptero de la policía que se dirigía hacia la zona
del incendio, el aparato volaba más bajo de lo normal y la inquietud comenzó a
plasmarse en los rostros de todo el mundo. Los amigos se miraron sorprendidos
por los acontecimientos.
-
¡Ostias! - Exclamó Juanky - Menuda se puede
liar si el incendio es grande.
-
¿Nos asomamos un poco? – incitó Óscar caminando
hacia la salida.
La gente
comenzó a salir de las diferentes terrazas y se agolpaba curiosa en el paseo.
El fuego se veía al fondo y aún quedaba lejos, pero ciertamente debía ser
importante para verse desde la zona de ocio.
-
Vamos va - sentenció Llovet.
Comenzaron
a caminar cuando las sirenas de los coches de policía los hicieron detenerse de
nuevo. Por el paseo avanzaban dos vehículos de policía a toda velocidad
directamente hacia el origen del fuego.
-
Esto puede ser grave eh, vamos, pero con
cuidado – dijo Uve
Siguieron
caminando y poco a poco vieron que cada vez había más sirenas, más coches y más
nervios en el ambiente. Mucha gente se alejaba de la escena, algunas personas
incluso corrían.
-
Escuchad, puede haber algo tóxico en el aire o
algo. No deberíamos acercarnos más... – dijo Óscar valorando si podía ser
peligroso – Podría ser algo tóxico y…
-
¡Mirad eso joder! – le interrumpió Llovet.
Por el
centro del paseo un coche patrulla circulaba marcha atrás a gran velocidad con
tres individuos agarrados al capó y al techo. La gente se apartaba gritando. El
vehículo no tardó en chocar contra una de las palmeras del paseo y los tres individuos
que llevaba salieron disparados y rodaron por el asfalto.
Se
abrieron las puertas delanteras y bajaron dos agentes, un hombre con el arma
desenfundada y una mujer que pedía ayuda por radio.
-
¡Quietos! ¡No os levantéis del suelo! – Ordenó
el conductor apuntando con el arma al que tenía delante.
Se
trataba de dos hombres y una joven que hacían caso omiso a las órdenes y que pese
al trompazo y la sangre se levantaban de forma extraña. Parecían en shock, no hablaban
ni pedían ayuda, simplemente se levantaban. El primero en incorporarse fue el
que estaba más cerca del agente de policía. Se trataba de un tipo corpulento
que vestía una camisa que había sido blanca antes de teñirse de sangre. Los
otros dos, un hombre más menudo y una joven con vestido negro, también se levantaba
entre espasmos y gruñidos.
Sin
pensarlo, como por acto reflejo, Juanky puso el móvil a grabar. Lo que sucedió
después no lo olvidarían ninguna de las personas que asistían atónitas a la
escena. Antes siquiera de enderezarse del todo, el tipo de la camisa blanca se
abalanzó con los brazos extendidos intentando atrapar al agente.
El
policía estaba muy nervioso, dudó y disparó al aire ¡PAM! Él sabía que abrir
fuego sobre un civil desarmado era algo que podría arruinar su carrera, aunque esa
gente estuviera completamente enloquecida. El tipo corpulento cogió al agente
del brazo y comenzaron a forcejear. El policía le propinó un rodillazo en sus
partes, pero éste ni se inmutó. Su compañera corrió en su ayuda, cogió al tipo
de la camisa ensangrentada y tiró con fuerza para quitárselo al agente de
encima. No vio que por detrás se acercaban los otros dos.
El
hombre menudo y la joven del vestido negro cayeron a la vez sobre la policía y
la tiraron al suelo. Todo fue muy rápido. Mientras ella sujetaba al hombre
menudo, la chica del vestido se coló hasta su cuello. El grito de dolor fue
desgarrador y la sangre brotó con fuerza del agujero que le hizo con los
dientes. La gente que estaba mirando gritó impotente, algunos se alejaron
corriendo del lugar. Nadie se acercó.
Angustiado
por su compañera, el agente trató de disparar de nuevo, ahora ya con
intenciones de hacer blanco. Tras mucho esfuerzo le encañonó y le descargó tres
tiros en el pecho - ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM! - que le hicieron caer al suelo
desplomado. Una vez libre, fue a por el hombre menudo y le metió sin dudar una
bala en la cabeza. Cogió entonces a la joven de los brazos, la sacudió y la
empujó con fuerza lanzándola lejos.
-
¡Arantxa aguanta! – exclamó desesperado
intentando taponar la hemorragia de su compañera.
Mientras,
la joven del vestido se levantó de nuevo y clavando sus ojos en el policía gritó
con la boca abierta como un animal. Su aspecto era aterrador. El vestido
desgarrado dejaba entrever la carne de la joven y de su boca y cuello goteaba
sangre caliente. Su expresión era de rabia y locura.
-
¡Vamos coño! – espetó Llovet - Hay que ayudarles.
Los
amigos se miraron indecisos y tardaron unos segundos en reaccionar antes de correr
hacia los policías. No hubo tiempo.
-
¡Dios! ¡Dios! – exclamó el agente abrumado al
ver que la joven los atacaba de nuevo.
Tres
fogonazos salieron de la boca del arma y dos de las balas impactaron en el
pecho de la joven que, pese a los agujeros, seguía avanzando hacia él. No pudo
disparar más. No se percató de que el tipo corpulento se había vuelto a
levantar y éste se le abalanzó como un loco. Entre gritos, brazos y dientes el policía
vació el cargador sin saber dónde apuntaba.
Los amigos se frenaron en
seco a medio camino. No podían creer lo que estaba pasando. Juanky, con la
respiración entrecortada, se guardó el teléfono en el bolsillo y comenzó a
moverse en dirección opuesta.
-
¡Hay que irse! – les gritó señalando la escena.
Al
mirar, Óscar y Llovet vieron como la policía convulsionaba en el suelo y como a
su compañero lo cosían a mordiscos. Uve, que miró más allá, vio que por el fondo
del paseo decenas de personas corrían hacia ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario