Prólogo
Se abre
la Caja
En algún punto de la helada estepa rusa
Sepultada por la nieve y el hielo perpetuos, la caverna
había permanecido durmiendo durante miles de años. Fue como una caja oscura y
gélida; ajena al mundo y a la luz, una burbuja de aire con paredes de piedra.
Pero hasta las cosas olvidadas por el tiempo cambian. Nadie lo supo nunca con
exactitud, pero es así como comenzó el final.
Un estruendo resonó con violencia en las paredes de la
caverna y todo tembló. Rocas, polvo y témpanos de hielo cayeron del techo de la
cueva levantando una densa polvareda en la oscuridad. Si hubiera habido alguien
dentro, le habría parecido que la montaña, y tal vez el cielo entero, se le
venían encima. Fuera, en el valle, el caos no era menor. La causa de los
temblores era una masa de hielo de varios kilómetros que se desprendía de las
montañas a la que había estado adherida durante milenios. El glaciar se movía y
todo se rompía y temblaba con él.
Con los temblores se
abrió una grieta y los sucesivos desprendimientos la fueron haciendo más y más
grande. Por primera vez en miles de años, unos rayos de sol se colaron dentro
de la cueva, bañando de luz la roca y lamiendo el hielo. La caverna y el mundo
exterior volvieron a estar conectados tras siglos aislada.
Cinco semanas después del deslizamiento del glaciar, el
infierno se desató en un pequeño pueblo a varios kilómetros de la caverna
maldita.
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