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Pandora 0. Prólogo

miércoles, 22 de abril de 2020

Pandora 2. A la carrera


2. A la carrera

-        ¡Al coche! – Exclamó Juanky.

-        ¡Vámonos de aquí! – Gritó Óscar al ver como la agente herida se ensañaba también con su compañero.

Cundió el pánico y la gente del paseo echó a correr. Como si de una bola de nieve se tratara, cada vez más gente corría por las calles aledañas y se perdía hacía en interior de la ciudad. ¡Un incendio!, ¡un atentado!, ¡un brote de locura!… Nadie sabía lo que ocurría, pero el miedo prendió como la pólvora.

La ola de pánico se propagaba en tres fases. Primero incredulidad al ver toparse con lo inesperado. Después miedo, al ver los rostros de terror de la gente que escapa del tumulto y, finalmente, pánico al ser testigos de cómo unos seres humanos daban caza a otros.

El helicóptero seguía volando bajo por la zona. Todo era ruido, olor a quemado y sirenas, ya fueran de policía, de ambulancias o de bomberos. Por los megáfonos, la policía empezó a pedir a la gente que desalojara la zona.

Los cinco amigos corrían por el paseo y lo hacían aprisa. De vez en cuando, giraban sus cabezas para ver qué pasaba a sus espaldas o gritaban a la gente que se les quedaba mirando que se fueran. De cualquier modo, el miedo corría más que ellos.

El coche aún quedaba lejos, así que bajaron el ritmo para tomar resuello y acabaron parando un momento al comprobar que no había peligro inminente.

-        Dios… - Se lamentaba Uve mientras recobraba el aliento.

-        Hay que avisar … a todos – dijo Óscar entrecortadamente mientras sacaba el móvil y escribía “no vengáis” en el grupo.

Enviaron un par de audios y llamaron por teléfono para explicar lo que pasaba. “Anabel, no tienes ni idea de lo que está pasando, es una locura esto…”; “Estamos bien Sandra, daos la vuelta y NO vengáis, luego te …”

¡PUM! ¡CRASH! En el cruce que había a unos metros de donde se habían parado acaba de estamparse un todoterreno contra un camión que se había saltado el semáforo.

-        Madre mía… - Dijo Llovet llevándose las manos a la cabeza. - ¡Vámonos ya!

Cruzaron con cuidado de no ser atropellados y retomaron la marcha. Abandonaron el paseo doblando a la izquierda y luego a la derecha para ir a dar a una de las avenidas de la zona del puerto y siguieron alejándose del incendio. A esas horas circulaban bastantes vehículos y el tráfico era más caótico de lo habitual ya que mucha gente cruzaba por todos lados. Los conductores se iban poniendo nerviosos y tocaban el claxon, pero no sabían que el atasco era el menor de sus problemas.

-        ¿Por dónde saldremos? – Preguntó Uve mientras corría al lado de Juanky.

-        Por donde podamos – contestó.

Durante la carrera sonaron o vibraron sus teléfonos en los bolsillos, pero ninguno se paró a contestar la llamada. Un par de minutos después llegaron al coche de Juanky, un Ford Focus negro, algo viejo, pero en buen estado. Entraron y cerraron con fuerza. Conducía el dueño, Óscar iba de copiloto y los otros tres iban detrás.

-        Arranca coño – Dijo Paco mirando por el cristal.

-        Ya voy joder – Contestó Juanky recuperando el aliento mientras metía la marcha atrás y se ponía el cinturón.

-        ¿Qué cojones está pasando? – Se preguntaba Llovet hundiendo la cara entre las manos.

No podían pensar en explicación alguna que no sonara ridícula o de película.

-        Vosotros llamad a estos y ya nos enteraremos en casa, yo miro Google … a ver si nos saca de aquí – sugirió Óscar mientras tocaba la pantalla del teléfono.

Juanky pisó el pedal y el coche comenzó a rodar. Dentro seguían asustados y sin dar crédito a lo que estaba pasando, pero al menos estar dentro del coche les daba un poco de seguridad.

-        Cuando pueda volveré a por mi coche… - susurró Paco como pensando en voz alta.

Circularon unos metros, semáforo, derecha, recto y poco después dejaron de avanzar. Alguien golpeó el coche dándoles un susto de muerte, pero la figura siguió su camino sin más percances.

-        No se mueven – protestó Llovet.

-        Ya lo sé joder.

Estaban atascados. Proseguir la marcha era imposible y otros coches se habían puesto detrás, impidiéndoles retroceder. La sensación de estar atrapados volvió a incrementar la angustia.

-        Esto es una mierda, está todo bloqueado … – sentenció Óscar guardando el teléfono en el bolsillo - Ve por la acera – sugirió de repente.

-        No hay sitio macho… - dijo Juanky cada vez más nervioso.

Es ese momento el conductor del coche que había delante se bajó para tratar de ver por qué no se movían. Era un taxista que rondaría los cincuenta años, gordo y con gafas. Estiraba el cuello para ver a lo lejos cuando una figura que salió de la nada se le abalanzó encima desatando gritos dentro y fuera del coche.

-        ¡Sácanos de aquí! – gritó alguien en el asiento de atrás.

Juanky aceleró hacia el bordillo y lo subió a la primera. La sacudida del coche fue enérgica, pero el vehículo siguió avanzando arrollando las mesas vacías de un bar y recorrió el pavimento procurando no chocar contra nada sólido.

Recorrió así unos metros, mientras sus ocupantes habían perdido de vista al taxista y su agresor. Bajó finalmente de la acera con otra fuerte sacudida acompañada de un crujido metálico y aceleró para aprovechar el hueco entre unos coches. Por fin avanzaban. En el interior los ocupantes discutían sobre qué eran esas cosas y sobre el mejor recorrido para volver a casa. Fue en ese momento cuando recibieron un impacto lateral que hizo saltar todos los airbags.